Decir «sí» a Dios significa tener el valor de aceptar la vida con amor, con toda su fragilidad y pequeñez, con sus contradicciones.
Decir «sí» a Dios también significa recibir el perdón de todos los pecados y entrar en una relación con Dios. Cuando se le dice «sí» a Dios, se es perdonado, sin tener la necesidad de cargar el peso de la culpa y la vergüenza de la maldad.
Jesús es el mayor «sí» de Dios para nosotros. Es la provisión de Dios, y su respuesta positiva para poder acercarnos a Él. Es la certeza de salvación para todo aquel que cree y se arrepiente.